Dé cómo llegué al crucero STS después de navegar y enfrentar los peligros de este vasto océano llamado internet.
Mientras la tormenta azoraba en altamar con una inusitada fuerza, la frágil embarcación en la que me refugiaba estaba a punto de naufragar. Las olas golpeaban con vehemencia mi pobre chalana, al punto que ya me entregaba sin temor a mi destino inexorable: la bancarrota. Era la crónica típica de mi muerte anunciada en este periplo marino financiero.
Después de haber partido con mucha esperanza e ilusión, en busca de la tan añorada experiencia y el de recaudar pequeños fondos para proyectos artísticos-sociales, las vicisitudes a granel, habían inundado mi viaje. Piratas por doquier amenazaban mi integridad en alta mar, ofreciendo embarcaciones fraudulentas, algunas muy bien maquilladas, otras vestidas de piel de oveja que te llevaban de la mano directamente a la boca del lobo. La situación era crítica, pues no sabía nadar y ni salvavidas llevaba a bordo.
Además en medio de la tormenta, enormes creaturas marinas se asomaban de vez en cuando, haciendo más difícil mi situación, el pequeño barco podía naufragar en cualquier instante, ya fuese por el ingente mar o el furibundo golpe que a menudo daban las creaturas marinas. En medio de esta urgente situación, una luz en lontananza apenas atisbaba, mientras el agua empapaba la cubierta y mis ojos atiborrados por la espesura del agua marina, borrosamente lograba divisar. Pensé en una epifanía antes de mi partida al más allá offline, recordé los viajes de Ulises y la vuelta a Ítaca, cuando una voz portentosa y melodiosa decía:
"Madre, yo al oro me humillo,
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
Anda continuo amarillo.
Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero."
Inmediatamente reconocí esos versos, ni más ni menos que Francisco de Quevedo, el gran poeta español del siglo de Oro. Resonaba esa voz de trueno acallando la feroz tormenta y un susurro en mi interior reinventaba el verso clásico del poeta medieval:
"Madre, persigo el oro y no el moro,
busco en las profundidades de este
inmenso mar enamorado del sol amarillo
que vela mis deseos abismales.
Poderoso Caballero quiero doblegarte
para que el orbe entienda la trampa
de tu dulzura y aunque el mar me ahogue
yo volaré hacia el murmullo de mi sombra.
En un abrir y cerrar de ojos, me encontraba en un bote salvavidas, que me llevaba a una inmensa embarcación, un verdadero Titanic. Ya en la cubierta un hombre imponente me recibía, iba vestido con un atuendo especial, parecía un marine, pero cubierto de una armadura templaria, llevaba una espada, forjada en acero valyrio Me dio la bienvenida junto a una mujer que llevaba una
Z brillante en su brazo izquierdo.
Esa noche vi en la inmensa bóveda celeste unas estrellas distintas, unas que iluminaban todo el espectro sideral y me mostraban un nuevo camino a seguir. Aquella noche mágica, el cielo se iluminó y algunas palabras poéticas susurraron en mi corazón:
El murmullo del viento marino,
despeja el tenue sabor del éxito
que busca la última pluma del alabastro perdido.
Hay un lugar sin límites y una luz que nunca se apaga.
La estrella fugaz del tiempo ha llegado para quedarse,
en lugar donde el árbol blanco florece, donde el
sol recoge los frutos del mar alado, donde muchas manos
recogen el alba para darnos un poco de agua de diamantes.
A la mañana siguiente ya era parte de la tripulación, me unía a un grupo inigualable, distinto, a uno que perduraría en el tiempo.
STS, más que un barco, era un verdadero trasatlántico, lleno de sorpresas y detalles. El habitar este crucero, ha significado revitalizar el mar y sus posibilidades, sobre todo después de conocer a la Capitana.
Estaba mirando el horizonte una mañana de brisa marina tenue, cuando un trémulo resplandor iluminó el pasillo donde estaba. Vi un instante, una especie de hada, con un aire elfo, que se acercaba a saludarme y ofrecerme toda la ayuda factible. María Cristina, la capitana me daba su apoyo y con ello se sellaba un gran comienzo en
STS. Luego conocí a muchos otros, algunos incluso ya no están, pero los que quedan son parte de una identidad total, como no destacar a alguno de ellos; Sajen un felino trepando por cada lado del crucero, con su mirada aguda y descollante; Bruja, la primera vez que la vi flotaba sobre la cubierta principal, arriba de una escoba, me recordó a Kiki, ese personaje sublime de Miyazaki o Roll, con su espada Valirya, siempre imponente. Luego pasaron algunas tormentas menores, pero
STS se consolidó, y hoy por hoy, es un placer viajar por este extenso mar. Todavía debemos de cruzar todo el espectro marítimo, no es el Going Merry, ni el Thousand Sunny, sino
Subetusueldo, un trasatlántico que seguirá su ruta incesante, cruzando los Red Line, Grand Lines, El nuevo mundo, hasta encontrar el One Piece de nuestro universo online para compartirlo y disfrutarlo entre todos.